jueves, 29 de marzo de 2012

El día del ñoqui en Montevideo. Parte II





Montevideo, tras la refundación por parte del Durangarra Mauricio de Zabala vivió hasta 1829 amurallada. Todo cercado tiene un paso por el que entrar y el único vestigio en pie de aquel antiguo muro protector, ante posibles invasiones, es precisamente la puerta de la ciudadela.

Dimos la espalda a la espalda de Artigas y a la de su caballo y cruzamos la cancela en dirección a la calle Sarandí. La banda de música ataviada con trajes militares clásicos venía en dirección contraria amenizando la mañana de Sábado en Montevideo. La música nos acompañó mientras caminábamos buscando el histórico Teatro Solís. Nos habíamos pasado de largo pero afortunadamente quebrando un par de veces a la izquierda aparecimos justo delante. Símbolo del neoclasicismo republicano uruguayo de mediados del siglo XIX, fue construido durante el periodo de guerras civiles posteriores a la independencia del país. La clase empresarial uruguaya quería destacar política y socialmente y llevaron a cabo el proyecto de construcción de este emblema nacional. Terminaron en 1856. Hoy además de su relevancia local, ha adquirido una gran significación a nivel internacional. Cualquier persona puede disfrutar de las representaciones que se llevan a cabo en su interior debido a que la cultura es entendida como un bien común aquí; si alguien paga lo hace a precios mayormente moderados y accesibles.



La puerta vieja a la ciudadela parece introducirte en un espacio-tiempo nuevo del que no te habías percatado antes de cruzarla. Retrocedes a épocas pasadas; fincas clásicas, de la época colonial, como viejas artistas (glorias ) venidas a menos, empobrecidas, arruinadas, mal maquilladas y con la piel escamada. La belleza está dentro, no se pierde ni se perderá jamás, pero la vida no las ha tratado bien. La plaza Zabala, la iglesia, la plaza de la constitución, tiendas de barrio, santerías, vendedores ambulantes, tabernas de noche dormidas sobres sus propios hombros, con sillas apiladas, recogidas, esperando la caída del sol, caminantes relajados, camiones con más de medio siglo de aventuras...y sobre todas las cosas un detalle... Nunca como en Uruguay he visto apilar y ordenar las frutas por colores y con tanto gusto. Las calles con puestos de fruta son una explosión de color, un carnaval contínuo, un juego de luces acompañado por el sol que invita a sonreír, que alegra el día. Maravilloso.





- ¿ No tienes hambre Fran?
- No, yo todavía no. Prefiero esperar a la hora de la comida. Hoy es el día del ñoqui. He leído en la guía que en el mercado de la abundancia debe de haber buenos puestos para comer.
- Vale bueno, yo me voy a meter algo al buche que aquí huele muy bien. Creo que este es el mercado que nos dijo Imanol cuando nos habló de Montevideo; el mercado del puerto.

Al entrar en éste mercado el frenesí se avalanza sobre tí. Calor, mezclas de olores, gente que pasa, cocineros asfixiados por las brasas, camareros de barra gritando, gente a todo comer...es un laberinto culinario inacabable. Los clientes se suelen agolpar en las barras y en los pocos espacios libres que se ven. En 1868 otro era el destino de éste mercado pero hoy es un variopinto centro gastronómico. Los Sábados llega el momento álgido del lugar y casualidad, era sábado. No faltaba gente de la vecina Brasil: Habían llegado para ver jugar al equipo de futbol del Internacional de Porto Alegre. La noche anterior, Peñarol ( A la postre subcampeón de América 2011) había empatado a cero contra el equipo Brasileño. Venidos de lejos permanecieron con sus colores granates, el fin de semana, de visita en Uruguay. Al final acabé comiendo una salchicha bien bañada en chimichurri; deliciosa.



Los uruguayos son muy amables, muy tranquilos y siempre tratan de ayudarte. Manejan de la mejor manera que saben, y saben hacerlo fenomenal, la mochila de las contantes crisis y desgracias que ha sufrido su querido país. Los contrastes se van hacinando en la calle. La muestra más palpable la tenemos en el acristalado edificio Antel. Con sus 150 metros de altura domina la ciudad. La pudimos divisar desde que salimos por uno de los laterales de la Ciudad Vieja. Una cuchillada azul al cielo en el horizonte. Rápidamente se me vino a la cabeza un idea: siempre no se puede culpar a los políticos y gobernantes ( ¿ visionarios?) de tratar de fomentar proyectos que muestren la vocación internacional y vanguardista de una sociedad ¡¡ Pero es que muchas veces no se acierta!! Me gusta más la idea que parece haberles surgido aquí también, de retomar la vida en las zonas antiguas de la ciudad y colorearlas con vida; maquillar y descamar los edificios envejecidos. Sin llegar a apartarlas cual anciano que parece molesto y dejarlas morir pendientes de recalificaciones y pelotazos millonarios sonrojantes y desvergonzados.


¡ Y qué decir de la antigua estación Artigas de ferrocarril! ¿ Quién abandonó éste regalo para la vista? Ferrocarriles varados y oxidados descansan sine die de retorno a la actividad sobre vías catalépticas y ensombrecidas por la hierba que crece y crece y las va cubriendo. Ninguna capa de abandono ni de olvido hará que para mí, en mi cabeza, siga siendo la estación central de Montevideo. A éste lado del río de la plata, éstos proyectos retomando el legado cultural, probablemente ganarán importancia en los tiempos venideros.





Para ser Otoño, el calor era demasiado protagonista en aquel Sábado. Las largas avenidas que rodean el centro de la capital se nos hicieron eternas. Una vez de vuelta al casco urbano las sombras nos aliviaron, así cómo la panadería abierta ( al fin un comercio por esta zona) con agua fresca esperándonos. La dependienta nos clavó los ojos tras escuchar nuestro "extraño" acento; sin duda fue la anécdota que contar en aquella aburrida tarde por aquel barrio.

La casa de la "democracia", el parlamento, estaba en medio de una plaza muy abierta, haciendo una especie de isla entre carreteras. Me encantó sobre todo el tono gris del edificio. Oscuro. También me gustó su diseño clásico, imitando el arte griego. Senadores y diputados debaten aquí sobre los asuntos del país. Los diputados totales son 99. ¿ Por qué 99?


La clase política está fatal...está de rebajas ésto de ser representante de la sociedad. A lo largo del mundo es una especie degradada e imagino que no lo es menos en Uruguay. Una nación ésta sacudida históricamente por dictaduras, tiranos, demagogos, aprovechados... por eso, en mi opinión no está de más la dignidad que aporta el presidente de la república, el exguerrillero Tupamaro, Pepe Múgica. Saliéndome de ideologías y colores, sólo comentar un detalle que me apasiona: nunca ha abandonado su vivienda, su casa, para trasladarse a la lujosa residencia presidencial. Sigue residiendo en el humilde barrio de siempre.

Mis pensamientos me había abstraído de tal manera que aparecimos de repente delante del hotel nuevamente. Quería subir a por un jersey para la tarde y Fran que no podía aguantar más. Se adelantó unos pasos para ir pidiendo la comida. Por fin íbamos a probar los ñoquis en el día del ñoqui. Nos citamos en el "mercado de la abundancia" sujetando un mapa cada uno.