viernes, 5 de agosto de 2011

RINCONES DE NIJMEGEN. Victor





Cuando alguien pureba su primera cerveza en la vida, suele encontrar su sabor como amargo, y también suele pensar e incluso llegar a decir " ¡ Qué mal sabe esto!". Así me ocurrió a mí también. Cómo a todos cuanta más fuí bebiendo mejor me fue sabiendo hasta que me acostumbre al sabor y hoy por hoy puedo decir que me gusta; me gusta mucho.




Victor era un cervecero nato y nos contagió su pasión. Desmitificador de marcas populares y bebedor más de cantidad que de calidad; aunque algún capricho se daba. No había día de compra que nos nos enchufara al menos una caja y siempre la que a él le gustaba. La verdad es que luego todo lo que entraba en casa se bebía y no duraba mucho. Cada amigo que venía se tomaba un par de ellas y nuestra cocina siempre estaba repleta de gente conocida. todos sabían donde había barra libre. Las mejores partidas de mus / poker se jugaban en nuestros dominios. A veces eran de risk o play. Fuera la partida del juego que fuera Victor nunca dejaba a nadie seco, sin su birra.




Las cartas, el risk, los por aquel entonces novedosos juegos on-line e incluso el rol formaban parte de su vida diaria. Lo de jugar era lo suyo. De hecho llegué a probar todos esos juegos con él, hasta el de rol, pero nunca lo llegué a entender. Cuando no encontraba quien le acompañara se enfrascaba con su ordenador y ¡ A jugar el solo! Sabía moverse como nadie en todo ese mundo.


También era el hombre de los debates políticos. Debatía sobre todo con la gente con la que tenía confianza pero hacía siempre gala de amplios conocimientos. Una cerveza, un cigarro, su cruce de piernas, barba de 10 días y la mirada fija hasta cuando absorbía el humo del cigarro. Escuchaba, dejaba hablar y opinaba. Y siempre al final la retórica pregunta de si entiendes lo que dice. El de política era su debate favorito pero se apuntaba a lo que fuera. Creo que estos meses en Holanda los disfrutó plenamente. Tenía gente de muchas clases, orígenes, religiones y opiniones con las que debatir y lo hacía día y noche en Inglés, Castellano o Catalán.



El día que conocí a Albert conocí a Victor también. En la universidad. Me costó tiempo reconocer su humor y su forma de ser; en el momento que me entró me caló para siempre. Albert es fácil, Victor difícil y esquivo. Sin embargo, y como conrapunto a Victor lo tendrás para siempre cerca, fiel. A Albert también, por supuesto, pero a Victor pocos consiguen ganárselo...




Yo no sé cómo vería la gente el trío que formamos. Yo, desde luego, tenía claro el papel de Victor dentro de él; era la chispa. De primeras salíamos todas las noches que a él le apetecía, siempre tenía una manera de converncerte. Eso sí, los Martes descansábamos siempre porque tanto él como Albert tenían una asignatura dura con clases intesas a las que asistir los Miércoles a la mañana. El resto de la semana había vía libre para movernos.

Si alguien necesitaba una bici Victor se la conseguía. Debió tirar, y nosotros con él, más de 50 bicicletas al canal; deporte nacional Holandés sólo por delante de los dardos y el Hockey hierba. ¡ Cuántos partidos de Hockey hierba se podían jugar el Domingo a la mañana! Incalculable. Pero sin perdernos y a lo que íbamos, que Victor era una chispa en un campo de trigo seco...





Victor fue quien primero me habló de Lucía. Yo a ésa chica ya la conocía de un par de noches en el O'sheas, centro neurálgico de todos los estudiantes. Había intercambiado alguna conversación con ella pero poco más. Bueno sí, el día que llegó, junto a otras chicas de Castellón, la lleve en bicicleta de bar en bar porque aún no tenían cómo moverse. Quién me iba a decir lo importante que sería para mí después.

Las tres castelloneras vivían cerca de nuestra casa y mis dos catalanes enseguida hicieron buenas migas con ellas. Yo menos porque soy más arisco. Un par de veces nos llegaron a invitar a su casa y allí descubrimos que no eran tres sino cuatro de Castellón: Rachel, Rosana, Lucía y Manuel que había estado perdido hasta entonces. Un hombre peculiar, podríamos llamarle hasta raro, pero buena persona siempre. Quizás lo que le mataba y por eso lo llamo raro es que no tenía don para las relaciones sociales, no lo sé. Yo no me siento agusto en los momentos en los que piso suelo extraño con muchos extraños y a pesar de que siempre me dieron mucha conversación no llegué a ser precisamente el alma de la fiesta. Sin embargo Lucía no paraba y Victor le seguía el rollo. Eran como dos guindillas por la casa.



Las excursiones nocturnas cualquier día a cualquier hora fue lo que más me unió a Victor. Un Domingo de tormenta, un miércoles a las 2 de la mañana y con 7 bajo cero, yo qué sé...y siempre estaba el DIO abierto. Y casi siempre Stan en la puerta. Éste era un chico de Aruba pero totalmente absorvido por la mentalidad holandesa en cuanto a la forma de trabajar. Cómo digo caíamos noche sí y noche también en esta especie de minidiscoteca para estudiantes. Yo me saqué el carnet de la uni pero Victor siempre andaba con uno provisional con el cual Stan no le dejaba pasar; no era un carnet oficial. Se notaba que le ordenaban sólo aceptar carnets oficiales y cumplía como buen súbdito neerlandés. A pesar de saber, cada noche, que éramos los mismos del día anterior, volvía a pedirnos el carnet y a no dejarnos pasar. ¿ Cómo pueden ser así? " ¡¡ Stan, por favor, somos los mismos de ayer!! " Siempre discusión y siempre acabábamos entrando. La orden número dos de sus superiores, se ve que hacía referencia a creer lo que te decían cuando te insistían más de 14 veces. All fin y al cabo en Holanda casi nadie suele decir mentiras, es algo muy mal visto y raro, al igual que las trampas o copiar en examenes.



La vuelta en éstas excursiones solía estar plagada de debates filosóficos. 10 km dan para mucho en bicicleta. 10 de ida, 10 de vuelta, otra ida y otra vuelta y otra ida... ¡ Cuánto pudimos hablar aquel otoño e invierno de 2002!

El Otoño, precisamente, fue pasando y la temperatura caía un poco más cada día. El primer sábado que bajé al mercado con polar y con buff caería por Noviembre y no me los volví a quitar de encima. Me gustaba bajar a comprar pescado al mercado. Prácticamente sólo se puede encontrar pescado fresco en los mercados, al menos en el interior de Holanda. Con la bolsa ya cargada me giré, tras pagar al tendero del puesto y me econtré a Lucía y a Victor caminando por el centro. Lucía iba abrigada hasta arriba, cómo tocaba, y Victor portaba un triste jersey. Me pidió algo de abrigo y debido a la diferencia de altura entre ambos, sólo le pude dejar el buff; el buff del Athletic de Bilbao. Así, y siendo un candidato a la primera pulmonía del curso, se dirigieron a la estación para ver por primera vez Amsterdam. Nunca se me olvidará la silueta de los dos alejándose bajo una fina niebla; Victor con las manos en los bolsillos buscando el calor por algún escondrijo. No me apeteció ir con ellos. Había días en los que también había que descansar a pesar de que Victor te tratara de converncer de lo contrario...será de las pocas veces que no lo consiguó.