lunes, 23 de agosto de 2010

MENDIAN GORA. Canal du Midi








En el siglo XVII el transporte de mercancías no era tan sencillo ni estaba tan extendido como hoy. Una vieja idea de los Romanos fué llevada a cabo por el ingeniero Francés Jean-Paul Riquet, con el beneplácito de Luis XIV: construir un paso fluvial entre el Atlántico y el Mediterráneo.

En verdad, Riquet, diseñó y ejecutó la obra desde Toulouse hasta Sete, cerca ya de Marsella. Un total de 240 km de increíble construcción que nunca vió terminada. Durante los años posteriores sus hijos explotarían el canal en monopolio debido al acuerdo que llegaron con el rey sol. La familia Riquet financió y ejecutó la obra y se guardó el derecho único de explotación.

Comenzamos en la Villa Rosa, Toulouse, nuestro recorrido. Por delante más de 100 km de bicicleta ( de montaña) hasta Carcassonne.

El camino está asfaltado, al principio, y pasa a ser de piedras-barro unas decenas de kilómetros después. A cada horilla, miles de árboles fueron alineados con dos propósitos diferentes: dar sombra a los peones de la obra y ejercer como sujección natural de los márgenes del canal. El rato de asfalto se hace muy llevadero, incluso para ir charlando y compartiendo anécdotas. Una vez que nos adentramos en las zonas de barro, cada uno se centrará naturalmente en su trabajo, duro, pero con el premio y la satisfacción finales (el camino recorrido, terminado y vivido) aseguradas. Por naturaleza, te separas del primero y así esquivas las galletas de barro que levantan las ruedas. Kilos de arcilla se van acumulando entre las zapatas del freno y las ruedas. Miras al suelo para no desfallecer en las interminables rectas y para no caer debido a lo rugoso y lo profundo del fango. Levantar la vista merecerá la pena, para de vez en cuando, contemplar los maravillosos templos que los Cátaros nos dejaron por aquí. También para disfrutar del sonido de la pelea entre el viento, los radios de la bicicleta y tu cuerpo. Los Cátaros, defensores de "otra" idea de la religión, que no la católica, se establecieron en estas tierras del Languedoc para ser perseguidos y aniquilados después.

Exceptuando la joven y dinámica Tolosa, esta región no me recuerda a ninguna otra en Francia. Vive como al márgen de las nuevas tendencias y corrientes, como anclada en sus costumbres y entorno. Lejos de la vanguardista Paris, la burguesa Bordeaux, la callejera Marseille y como antes dijimos, la dinámica Toulouse.

A mitad de camino, nos espera Castelnudary, con el Cassoulet caliente y siempre energético. No hay nada como un cocido sureño con habas y pato para empujarnos a la magia de la siesta y llenarnos de fuerzas para seguir.

Una de las cosas más complicadas de conseguir en el proyecto del canal, fué el salvar los diferentes desniveles, los cuales, el agua, de manera natural, no podría superar. Riquet, conocía los secretos de la ingeniería hidraúlica y llevo a cabo un juego de desniveles a base de lo que conocemos como esclusas. Así se llegan a salvar alturas de hasta 190 metros.

A pesar de que, a ratos, el camino es duro, la paz que transmite el canal es total. Apenas se mueve el agua verdosa, salvo por ondas que se alejan poco a poco de los tranquilos barcos que surcan de vez en cuando estas aguas. Estas son tierras calurosas en verano y frías en invierno, de contrastes, pero ahora en primavera nos acompaña la brisa y un ligerísimo xirimiri que ayuda a refrescarnos.

Pasar por los puertos y sentarte al sol a tomarte un jus de pomme natural recién traído de Normandía, no está nada mal. Contemplaremos como se juega, en estos pasos, con los desniveles. Observar el antiquísimo trabajo de los guardianes de las esclusas y ver como miles de veraneantes cruzan el canal, por diversión, es una experiencia relajante. Y hace falta relajarse porque a medida que avanzamos en el canal camino de Carcassonne se hace cada vez más duro; no por lo abrupto sino por lo que se te agarran las ruedas al pegajoso fango.

Llegar a Carcassonne es una experiencia mágica y visitar su cité al atardecer también, pero para eso ya están las guías de viaje...





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