domingo, 27 de junio de 2010

ENFRENTE EL FUTURO EN MOVIMIENTO; DESPACIO



Los ojos pierden el horizonte por los caminos de oro, de piedras, de polvo...La brisa es de fuego. Seguimos avanzando mirando al suelo. Nos aplasta el calor del más duro verano.

Un paso es una hazaña ¡ y aún nos retan cientos de batallas!

Adelante, los molinos que reman cansinos y no alcanzan al viento. Detrás burros viejos y agotados con la rodilla posada en el suelo.

Quedan restos de sangre aquí y allá; las venas abiertas de los campos.

Nos empachamos con el buen vivir y una borrachera sobre borracheras, sin freno, sin medida; bolsillos como sacos, descosidos. La resaca es terrible, apocalíptica.










Estoy harto, vivimos tan deprisa que no llego a saborear las cosas que me pasan y ya se me han escapado...me pierdo en las veredas del ¿Qué ocurrirá mañana? Me dejo llevar por los adjetivos que superlativizan lo que está por llegar y queman y trituran el ayer; y el ayer empieza hoy, ahora.






La necesidad de llegar más rápido y más lejos. La necesidad de producir más para más gente. La necesidad de crear necesidad de bienes...empujó a la revolución industrial. Lo que por una parte fué una suavización de las labores penosas o , por ejemplo, una manera de estar mejor comunicados, acabó siendo una nueva forma de exclavitud. Esclavos del progreso, condenados a vivir a la carrera.

Me bajo de este tren que nunca se detiene en ninguna parada. Me bajo en marcha y me tumbo un rato aquí. Mejor sigo a pie dentro de un rato y más despacito. Sé que si me bajo no podré volver a mi plaza pero es algo que asumo. Caminaré lejos de las vías quizás exista otro mundo por allá.




Aún nos queda la esperanza. Por muy deshechos, machacados, disecados o despreciados que parezcamos seguimos en pie. Seguimos con nuestra pose, erguidos y de frente al sol y a lo que la vida nos traiga, seguimos siendo lo que somos y lo que nos enseñaron. Ya es tarde para cambiar y además no quiero cambiar.


miércoles, 9 de junio de 2010

Imaginando








Imaginamos un día de lo más caluroso del verano y después un atardecer en el que el sol ya sólo ilumina las copas de las casas. Imaginamos que tomamos una cerveza en un vaso recién sacado de la más helada nevera y que empieza a correr una ligera brisa. Imaginamos que las terrazas se llenan poco a poco de gente y los músicos anónimos pueblan cada esquina tocando para otros anónimos. Imaginamos la rivera de un río con flores a cada lado y en cada puente, pequeños barcos surcando, dulces, sus aguas verdosas y y bicicletas rodando por encima de la calles empedradas. Imaginamos una noche estrellada y un castillo iluminado en lo alto de una colina. Imaginamos un atardecer estival en Ljubljana.