martes, 30 de marzo de 2010

RINCONES DE NIJMEGEN



Días después de hacer una prueba de Inglés en el instituto de idiomas de la universidad de Deusto, saldrían publicados todos los admitidos para pasar un año estudiando en el extranjero. No estaba seguro de haber hecho muy bien el examen y a lo mejor por eso acudí solo al tablón de anuncios. Las notas obtenidas durante la carrera eran importantes para ganarte una plaza, pero superar el nivel mínimo de idioma, era también un requisito indispensable. Recuerdo que estaba nervioso. Además, no sólo me jugaba el ir o no ir, que ya era bastante, también iba a conocer la ciudad en la que pasaría mi próximo curso.

Recuerdo mirar el panel de madera con ansiedad. Detrás de los cristales que encajonaban los papeles donde habían publicado toda la información, apareció finalmente mi nombre y mi destino; ¡¡Había superado las pruebas!! Me había tocado una ciudad de nombre casi impronunciable y que nunca había escuchado antes: Nijmegen.

Poco me importó el asterisco con el que me habían marcado. Salí corriendo como loco de alegría con mi plaza en no sé donde...en Nichguejen o así. El asterisco me obligó a hacer un curso de Inglés en Verano, ya que efectivamente no había hecho tan bien el examen de nivel de idioma. Pero... ¿ Qué más daba? El viaje acababa de empezar. Por cierto, esto estaba en Holanda.

El verano lo pasé entre libros y por fin llegaron los últimos días de Agosto. Mi pánico a los aviones y el amplio espacio de tiempo que disponía me decidieron a comprar un billete de autobús. Había parada, en un autobús transeuropeo, tanto en Bilbao como en Nijmegen; perfecto. Por delante 16 horas de carretera y una compañera, Estitxu en el asiento de al lado. Ella también estudiaba Derecho en Deusto y se animó a venir conmigo.

Una noche entera y un buen rato de día y por fin llegamos. Nos reíamos Esti y yo porque nos creíamos los músicos de Bremen. Ella con su violín y yo con mí guitarra, aparte de todas la maletas con cosas para un año. No parecía tener mucho de nada aquella pequeña ciudad. Un hotel de la cadena mercure, la estación de tren con un parking enooooorme de bicicletas, jardines y casas de ladrillo ocre, típicas de Holanda y de las zonas flamencas. Teníamos un mapa para llegar a casa de Esti y andando cargados llegamos como pudimos. Tenía un techo para esos primeros días.




Recuerdo los primeros paseos por la ciudad, la universidad, los primeros erasmus y recuerdo enseñar a Esti, en una calle cortada por obras, a andar en bici. Bueno, ella ya sabía, pero andaba torpe porque apenas había andado en bici en su vida. Enseguida lo cogió de nuevo. Las dos primeras bicicletas las compramos por 35€ cada una, dos mountain bikes de colores horribles y viejísimas. Las siguientes, las conseguimos prestadas. O tienes bici o no eres nadie en Holanda, y más aún siendo erasmus, y ya teníamos bici. El ciclo me aguantó como 3 meses hasta que una mañana que regresaba del mercado de la plaza Grote markt, en autobús, ví como unos niños la estaban robando. La había dejado hacía dos noches atada a la puerta de un instituto porque se me había pinchado una rueda. Estaba pendiente de volver a recogerla pero nunca más la volví a ver.



Pasé varios días en casa de Esti. Era una de las mejores habitaciones que tuvimos nunca los estudiantes allá. En el centro, amplia, vivía sin apenas vecinos, zona residencial...estaba cómodo allí pero empezaba a sentir poco a poco que debía de buscarme la vida. Una mañana me decidí a buscar mi casa con ayuda de un chico que había subido el coche desde Barcelona; Pep. Me habían avisado desde la universidad que me había correspondido una habitación en el colegio mayor de Vossenveld; había que buscarla y parecía estar lejos. Para entonces ya conocíamos a bastante gente y preguntando llegué. Menudo colegio mayor...iba a ser duro vivir tan lejos. Y eso que aún no había comprobado las maravillosas vistas a un muro, desde mi habitación, y el montón de cacharros sin fregar que dormían desde tiempos inmemoriales en la cocina...Bueno, pero ya tenía casa: Vossendijk 101-1, Vosselveld.

El año pasó, y pasó tan rápido...y dejó en mi cabeza miles de recuerdos. Recuerdos que poco a poco voy a ir recogiendo aquí. Los voy a contar tal y como se me han quedado grabados. Igual no ocurrió todo exactamente como lo voy a contar pero desde luego es como se me quedó a mí. Amigos, lugares, momentos, fiestas, viajes... un homenaje a aquella vida que murió allí pero que sobrevivirá siempre en mi memoria.


" Dejo una foto a los pies del famoso puente de Nijmegen 8 años después de haber llegado por primera vez"




lunes, 22 de marzo de 2010

MENDIAN GORA. Aquitaine - 40 - BI





No sé los años que tarda en crecer un pino, ni los años que tarda en crecer ningún otro árbol. Y en una noche se cayeron. No sé cuanto tardaron en formarse los acantilados de las playas landesas ni cómo se crearon. Y el mar poco a poco se los está comiendo. Por eso, quizás, debamos disfrutar de cada día y de cada joya que la naturaleza nos da. y de una joya como este rincón de Francia.Abrir bien los ojos para contar a los que vengan después, cómo era el mundo que nosotros conocimos, porque ya nunca volverá a ser igual que ayer, o que hoy.

El mar se nos viene encima cuando ponemos un pie cerca de él.

Capbretón es un verdadero sitio de vacaciones, VACACIONES en mayúsculas. El paseo al borde del mar, los restaurantes a pie de puerto y sus barcos de recreo, el mercado con el pescado que entra del cantábrico, las villas, las playas...vacaciones en la tranquila Aquitania con aire puro y tanta gente deportista como te quieras encontrar. Todos con su uniforme, marca Decathlon. ¿Acaso hubo pillaje después de la tormenta perfecta y desvalijaron uno de sus centros? ¿O será que esa cadena vende una barbaridad en este país? habrá poca gente tan deportista como la landesa. te puedes pasar la vida diciendo Bon Jour a cada ciclista, atleta ó caminante que encuentres a tu paso.

Cuando me asomé desde el paseo marítimo de Capbretón a los lejos vi Euskadi, mi bella Euskadi, y entonces me acordé de algo. Los vascos a los Landeses les llaman orejones. Dicen que es porque de pequeños les levantan, cogiéndoles de las orejas, por encima del maíz, para que puedan ver lo bello que es Eskual Herria. No sería digno de mí no acordarme de como contestan a esto los landeses:
" - Doctor, doctor que es lo que tengo?
- Pues mire, lo siento, sólo le quedan unos días de vida...pero dígame, ¿Qué va a hacer con ellos buen hombre?
- Pues marcharme al País Vasco
- Ah! ¿Y eso, por qué?
- Pues porque allí van con 20 años de retraso. "

Pero vamos, que desde el paseo marítimo de Capbretón se ve Euskadi.

Ese maíz que caracteriza a Las Landas, y por encima del cual elevan a los niños cuando son pequeños para que puedan ver la tierra vasca, agarrados de las orejas, es el que servirá, en gran parte, para alimentar a los patos de la región. Y es que no hay mayor manjar que el pato, en todas sus variantes. Y aquí, eso sí, son auténticos artistas en la elaboración de estos productos. El magret, el confit, el foie...sólo de pensarlo se me viene a la cabeza ( al estómago) que aún no he cenado.

La bicicleta y nuestro alegre pedalear nos devolvió a casa por los caminos llanos y estrechos de los bosques landeses. Las rías están presentes siempre en el paiaje del departamento; rías con agua de color marrón, siempre muy turbia debido a las abundantes lluvias y a las características del terreno. A mí, cuando las veo, me recuerdan a los ríos a los que mi padre me llevaba para pescar anguilas; me imagino que habrá anguilas aquí también ...eso no lo puedo asegurar. Lo que si puedo asegurar es que hay unas ratas de campo enoooormes, pero no me acuerdo de su nombre.

Un paseo por Ondres-Capbretón siempre es relajante y cautivador. Más aún bien acompañado, con buena guía y con una buena cena al final. A base de pato autóctono, por supuesto. Gracias Cathy.